Una tarde en San Diego, un acordeón resuena. Aroma de tacos, cerveza fría y existen botas que impactan con fuerza el suelo. En este lugar, ElMero Grupos Nortenos va más allá de un simple género; representa un modo de vida que atraviesa la frontera de Tijuana, acogiendo la ciudad como un antiguo amigo del campo. Los colectivos norteños en San Diego han experimentado un crecimiento similar al de las palmeras. Esta escena transporta al vecindario el gusto de Sinaloa, Zacatecas y Nuevo León.
Numerosos de estos grupos inician su actividad tocando en celebraciones familiares. Quinceañeras, matrimonios, incluso un bautizo se transforma en un motivo para expulsar el redoblante. A corto plazo, esos mismos artistas aparecen en escenarios de bares emblemáticos, en festivales repleto de luces y, en ocasiones, en la radio local, provocando el ambiente nocturno. Existen momentos únicos cuando pronuncian “tristes recuerdos” o “chuy y mauricio”. Las personas se abrazan, cantan desde su interior. Un café bien cargado puede ser más eficiente que un corrido un lunes por la mañana.
Este sonido es el resultado del constante intercambio de culturas. En San Diego, es palpable la fusión entre lo tradicional y lo contemporáneo. Algunos grupos se desvían del modelo tradicional y hasta exploran el uso del saxofón o el bajo eléctrico. Algunos preservan la pureza, protegiendo la tradición con la guitarra, el tololoche y el tambora. Por otro lado, el público se encuentra entre solicitar un “camino de piedra” o el triunfo del momento que todos aportan a la playlist.
Si estás en la búsqueda del “baile grande” del fin de semana, los afiches se propagan en Instagram antes que cualquier cartel estampado en la calle. Estas celebraciones son el lugar de reunión para ponerse el sombrero, bailar con calzador y deshacerse de la semana. Las melodías de las canciones oscilan entre el desamor y los corridos más bravios, aquellos que cuentan cuentos tan auténticos que parece que te encuentras en la troca que se escucha en la melodía.
No todo es improvisación. En San Diego, los colectivos norteños también constituyen la voz de la comunidad, un enlace entre generaciones. El abuelo relata memorias, el nieto adquiere habilidades para tocar el acordeón, y todos juntos preservan una herencia bella. Es asombrosa la fidelidad de los aficionados. Pese a la rivalidad entre grupos, cada uno obtiene su posición a través de su talento y constancia. Nunca se regala el aplauso.
Interesante, incluso el clima fronterizo parece tener impacto. Existen noches de frío y otras de calor insoportable, sin embargo, la celebración nunca cesa. Algunos grupos ya han cambiado de lugar y ahora viajan por todo el país, transmitiendo el gusto de San Diego a otras urbes. Lo que inició en terrazas posteriores ahora resuena con fuerza en grandes escenarios y ferias.
Aquí los músicos no solo enriquecen las noches con ritmo, sino que también construyen identidad. Son capaces de arrancar sonrisas, aplacar penas y, principalmente, preservar una tradición. Por lo tanto, con cada melodía, San Diego se consolida como el hogar de destacados grupos norteños que elevan el espíritu y expanden el pecho de orgullo mexicano. ¿Quién lleva el siguiente corrido? Eso queda por observar.